Las pruebas de continuidad no son una opción, sino una obligación.

Un plan de continuidad de negocio está formado por múltiples elementos. Como pueden ser los técnicos, algunos documentales y otros organizativos. Partiendo de este punto, la continuidad de nuestra organización dependerá en última instancia de que las medidas que hayamos implantado nos permitan recuperar los procesos críticos de nuestra organización antes de que sea demasiado tarde. Es decir, antes de que el proceso de deterioro de las actividades del negocio sea irreversible.
Entre otras medidas, podemos implantar costosos sistemas de replicación en tiempo real o basarnos en las copias de seguridad. Organizar múltiples comités de gestión de crisis o delegar las decisiones en un número muy reducido de personas. Desarrollar un completo y complejo sistema documental que cubra todos los casos posibles, o basarnos en uno más simple que cubra las situaciones más graves. Existen muchas opciones, mejores y peores en función de la filosofía de nuestra organización, su tamaño, su «apetito por el riesgo», sus recursos o capacidades.
No obstante, si existe un elemento común a todos los casos. Sea cual sea el enfoque que se ha tomado hacia la continuidad del negocio, es la realización de las pruebas de continuidad del negocio. Dependiendo del tipo de prueba, estas pruebas pueden realizarse en momentos que no penalicen la marcha del negocio o simulando lo más posible la realidad. Casi podríamos decir que sin pruebas, no hay continuidad de negocio.