Los menores frente a las apuestas y juegos de azar en línea
En los últimos años, el mundo de las apuestas deportivas y juegos de azar en Internet se ha transformado en una forma de entretenimiento aceptada socialmente por muchos menores. Ante esta situación surgen dudas: ¿cómo podemos proteger a nuestros hijos/as de los efectos perjudiciales de este tipo de ocio? ¿Cómo podemos ayudarles en caso de que se haya convertido en una enfermedad?
Aunque legalmente en España los menores de edad no pueden realizar apuestas, ya sea de forma presencial en un local o de forma online a través de una web o una app, un 28% de los jugadores comenzaron a apostar cuando aún eran menores, según recoge el “Estudio sobre prevalencia, comportamiento y características de los usuarios de juegos de azar en España 2015”, publicado por la Dirección Oficial de Ordenación del Juego. Por tanto, es imprescindible tratar este tema tanto en familia como en el centro educativo, pues tan solo un 38,8% de los estudiantes manifiestan haber sido informados de los efectos y los problemas asociados al juego online y a las apuestas.
Estas actividades online son vistas por muchos adolescentes como un tipo de ocio normalizado y aceptado, compatible con las quedadas entre amigos/as, donde pueden visualizar juntos los eventos deportivos o pasar tiempo de entretenimiento en la Red. A su edad, es verdaderamente difícil ser consciente de los riesgos, como son la adicción o las pérdidas económicas, ya que en un principio lo consideran una forma de diversión o un acto social, y a menudo una forma de ganar “dinero fácil”.
Cómo se adentran en el mundo de las apuestas online
La mayoría de los menores se inician en los juegos de azar por imitación de sus compañeros/as, amigos/as o familiares, quienes pueden participar en loterías y apuestas de forma ocasional. Al considerarlo una forma de ocio, igual de válida que ir al cine o quedar con amigos/as, habitualmente realizan sus primeras apuestas de forma presencial en los locales antes de dar el salto al juego en línea.
El uso cotidiano de dispositivos conectados les permite acceder con facilidad a una página web o app de juego o apuestas en cualquier momento del día. Esto implica que desarrollen rápidamente un hábito sin el obstáculo de la temporalidad o la distancia a un local de juego. Además, les permite pasar más desapercibidos mientras juegan, saltándose las restricciones de edad y sin necesidad de tener que pedir a un adulto que haga su apuesta, como puede suceder en un local físico.
La visualización de publicidad en televisión, Internet y las redes sociales, en la que se presenta el hecho de realizar una apuesta como algo divertido y carente de riesgos, influye negativamente en los menores y promueve la normalización y el inicio en esta actividad. Las campañas utilizan estrategias sociales o ‘psicomarketing’, presentando a personas ganadoras con actitud atractiva y positiva, y empleando colores llamativos que promueven determinados sentimientos, como la identificación con los equipos deportivos, la suerte o la fortuna. En otras ocasiones, también utilizan mecanismos publicitarios, como patrocinios o campañas encubiertas con presencia de influencers y otros personajes reconocidos, que sin duda llaman la atención de niños, niñas y adolescentes.
¿Cómo puede afectar a su desarrollo?
Debido a que se encuentran en una etapa de crecimiento y aprendizaje son más vulnerables a los efectos de una adicción. Además, debemos recordar que las características de Internet pueden facilitar la iniciación y el mantenimiento de esta actividad. Por ello, es importante no minimizar el riesgo de las apuestas online en comparación con el juego en locales especializados, ya que se trata del mismo problema y los riesgos son los mismos:
- Adicción al juego, ludopatía o juego patológico. A menudo, los menores desestiman los efectos negativos que puede generar el hábito del juego y lo consideran inofensivo o creen que a ellos/as particularmente no les afectará. Esta sensación de sentirse invencible puede verse incrementada en el juego online, donde las apuestas se realizan de forma virtual y anónima, sin utilizar dinero en efectivo.
- Evasión y ocultación de otros problemas subyacentes, como las dificultades de integración social, el ciberacoso, la falta de autoestima u otras adicciones.
- Pérdidas económicas. Al principio, el aspecto económico no suele suponer un inconveniente para iniciarse en la actividad, dado que disponen de suficiente dinero como para realizar apuestas mínimas o aprovechar los ganchos de algunas plataformas, que ofrecen bonos para los nuevos jugadores/as. Consideran sus apuestas como un simple gasto en ocio o una inversión para obtener una mayor ganancia. Como cualquier otro jugador/a, están convencidos de que en algún momento podrán recuperar lo perdido si siguen jugando, pudiendo acumular grandes deudas.
- Deterioro escolar, social y familiar. Al igual que otras adicciones, esta actividad afecta a todos los aspectos de su vida, influyendo en su rendimiento educativo y causando aislamiento social y daños en sus relaciones sociales y familiares.
- Problemas de tipo legal. Ante posibles pérdidas o la necesidad de apostar, pueden pedir dinero prestado, cometer pequeños robos, vender sin permiso objetos familiares o efectuar fraudes con tarjetas bancarias, entre otros.
- Trastornos de salud, psicológicos y emocionales. La falta de control y la dependencia pueden ocasionar ansiedad o depresión. Los síntomas de estos trastornos pueden incluir nerviosismo, irritabilidad, autolesiones, etc.
Cómo abordar con los menores esta problemática
Dados los riesgos de esta actividad es recomendable que padres y madres conversemos con los menores sobre la necesidad de prevenir el acceso a este tipo de páginas y aplicaciones de juego. Es importante explicarles que tienen a su disposición otras formas de ocio sanas como alternativa: deportes, aficiones, participación juvenil, asociacionismo, etc. También debemos darles a conocer las consecuencias que se esconden detrás de esta adicción, procurando adaptar nuestro lenguaje a su madurez. Así, podrán comprender cómo otras personas, que han comenzado de forma inocente a jugar en Internet, finalmente se han visto envueltas en problemas sociales, legales, económicos y de salud a causa de la ludopatía.
A nivel técnico, podemos valorar el uso de un control parental, filtros de contenido y bloqueadores de publicidad para evitar la visualización de este tipo de contenido, sobre todo en los dispositivos que utilicen los más pequeños. Además, debemos supervisar el uso que hacen de Internet y qué aplicaciones tienen instaladas. En caso de tener dudas sobre estas pautas, podemos contactar con la Línea de Ayuda en Ciberseguridad de INCIBE, 017, en WhatsApp (900 116 117) y Telegram (@INCIBE017) o también a través del formulario web, donde un equipo de profesionales nos atenderá de forma gratuita y confidencial.
Por último, hay que tener en cuenta que la adicción al juego puede ser igual de perjudicial para el menor que el consumo de alcohol o drogas. Por ello, es conveniente pedir ayuda a un profesional si sospechamos que existe este problema y abordar la prevención de este riesgo con seriedad y constancia.
Recordemos que trabajar con los menores los problemas asociados a los juegos de azar y apuestas online es imprescindible, y es parte de nuestra responsabilidad educativa para el desarrollo saludable de niños, niñas y adolescentes.