Identificando señales e indicadores de abuso sexual infantil en Internet

Fecha de publicación 01/02/2021

Desde el momento en el que nuestros hijos/as tienen acceso a un dispositivo electrónico (ya sea un portátil, tableta o teléfono móvil), necesitamos considerar los aspectos de seguridad relacionados con la navegación por Internet. Nos puede preocupar que personas malintencionadas lleguen a contactar con ellos/as. Por eso, la formación digital de niños, niñas y adolescentes es fundamental, para evitar que sean objetivos vulnerables en la Red. Siempre existe cierto riesgo de exposición con consecuencias dañinas, de modo que hemos de ofrecerles las herramientas que necesitan para protegerse, y permanecer alerta para detectar un problema de abuso sexual a través de Internet.

El abuso sexual de menores en Internet es una cuestión incómoda, es difícil imaginar que llegue a afectar a nuestra familia. No obstante, ignorar el problema no es la solución, solo aumenta la exposición al riesgo y sus posibles consecuencias dañinas. Los menores deben saber en qué consiste y de qué maneras pueden tratar de engañarles en la Red. No se trata solo de grooming, donde un pederasta contacta con un menor por Internet, se gana su confianza para obtener material sexual, o de aquellos casos en los que una persona del entorno abusa físicamente de un menor. También puede haber un uso indebido de su imagen, por ejemplo, cuando se difunden sus imágenes íntimas después de practicar sexting, o cuando se sitúan imágenes cotidianas en contextos sexualizados.

Como los adultos, los menores siempre pueden ser vulnerables a engaños o descuidos. Pero la falta de habilidades en algunos de ellos/as sobre cómo utilizar la tecnología de forma segura y gestionar los problemas en línea, incrementa su exposición a los riesgos. En los medios de comunicación de todo el mundo podemos encontrar ejemplos al respecto. Como casos de delincuentes que han cometido coacción y extorsión sexual a través de Internet. Para ello, se acercan a los adolescentes en redes sociales o salas de chat, donde pueden engañarles simulando tener su edad o mostrando un perfil atractivo. Así se ganan la confianza de sus víctimas y las convencen para que compartan detalles personales y fotografías íntimas. Una vez obtenida esta información, la usan para chantajearles y obtener más material de connotación sexual a cambio de no hacer público el contenido.

Otro ejemplo común es el de menores que voluntariamente han compartido imágenes o vídeos íntimos con sus parejas o las personas que les gustan a través del móvil, lo que se conoce como sexting. Cuando las parejas rompen o se producen conflictos, pueden estar tentados de utilizar los contenidos guardados como venganza. Estos materiales pueden acabar divulgándose en Internet, e incluso ser utilizados en páginas o redes de abuso sexual contra menores.

Estos ejemplos nos muestran que cualquier menor puede ser víctima. Nunca debemos dar por sentado que a nuestros hijos/as no les ocurrirá. Por eso, es fundamental conocer los indicadores o señales que podrían ser motivo de sospecha.

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Signos de alerta

Los cambios bruscos en el comportamiento de los menores tienden a denotar algún tipo de problema. En algunos casos está relacionado con el uso de la tecnología. Tengámoslo en consideración al hablar con ellos/as. Seamos observadores, poniendo atención a:

  • Cambios de actitud en el uso de la tecnología. Los menores pueden empezar a pasar más tiempo en Internet o todo lo contrario, pueden evitar las redes sociales y otros espacios en línea. También pueden conectarse en un horario en el que anteriormente realizaban otras actividades, modificando sus hábitos.
  • Necesidad repentina de privacidad al usar sus dispositivos. Es frecuente que cambien de habitación cuando reciben un mensaje o una llamada, que se muestren nerviosos cuando consultan el teléfono y que lleguen a comportarse de forma ansiosa o violenta cuando alguien intenta mirar su móvil.
  • Trastornos de comportamiento o sueño. La angustia o el miedo causado por la situación de abuso puede provocar falta de sueño, e incluso pesadillas.
  • Bajo rendimiento escolar. El cansancio y el estrés pueden generar falta de concentración y atención en el aula. En consecuencia, podemos percibir un empeoramiento de las notas, errores en los deberes escolares o un descenso de la participación en clase.
  • Aislamiento social o modificación de hábitos sociales. Podemos notar una pérdida de contacto con sus amigos/as, cambio repentino de amistades o modelos de referencia.
  • Baja condición emocional, tristeza o llanto. La gravedad del problema puede causar sentimientos de culpabilidad y vergüenza, que provoquen una reducción de su autoestima y otros trastornos en su comportamiento.

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Tomando el control

Si sospechamos que pueda darse una situación de abuso, tenemos que reaccionar. Ante todo, debemos actuar dando nuestro apoyo al menor, conversando sobre sus sentimientos y escuchando con calma su experiencia. Al tratarse de problemas graves, siempre debemos contar con asesoramiento profesional, pero en cualquier caso nuestro papel es importante:

  • Es esencial hablar con el menor manteniendo la calma. Debemos ser su punto de apoyo, mostrar autocontrol, comprensión y proporcionarle seguridad para que, de esta forma, el menor confíe en nosotros y nos cuente lo ocurrido. Hagámosle saber que si prefiere hablar con alguna otra persona, no hay problema, y ayudémosle a organizar esa conversación.
  • Necesitamos escuchar su versión, sin juzgarle, procurando que se sienta cómodo/a. Es primordial no interrumpirle, darle tiempo para que se exprese, dado que la situación puede ser compleja y dolorosa. Haremos hincapié en que lo sucedido no es culpa suya, se trata de un delito.
  • Evaluemos los riesgos. Descubramos qué ha sucedido. Si el menor ha compartido algo en línea y con quién, si también ha sufrido un abuso físico, qué le está preocupando y cuál es la gravedad de la situación.
  • Pediremos al menor que haga capturas de pantalla de las conversaciones, respetando siempre su privacidad. Es importante guardar las pruebas, imágenes y vídeos para actuar contra el agresor/a, pero con mucha precaución. No debemos permitir que nadie más tenga acceso al contenido.
  • Debemos acudir a un servicio profesional de información, como la Línea de ayuda en ciberseguridad de INCIBE, 017, solicitar orientación psicológica y denunciar el problema ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Así, contaremos con el apoyo experto de profesionales que pueden ayudarnos con los pasos y procedimientos que debemos seguir. Hay que actuar con mucha cautela para gestionar la situación, brindando la máxima protección al menor para minimizar el impacto en su bienestar.

Descubrir que nuestro hijo/a es víctima de un posible caso de abuso sexual puede ser duro. Puede que sintamos vergüenza, culpa o rabia, por pensar que no les hemos protegido lo suficiente. Recordemos que, al igual que es fundamental evitar la culpabilidad en el menor, los adultos también hemos de aprender a gestionar adecuadamente este tipo de sentimientos.

Lo importante es reaccionar rápidamente ya que, en este tipo de delitos, el tiempo juega un papel crucial. En casi todas las situaciones de riesgo o daño en Internet, el conocimiento y la prevención siempre son las mejores armas que pueden tener los menores y sus familias.

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